A fronda dos cervos (2011)

Prólogo de Eva Veiga

Viene el ciervo guiando la luz desde oriente hasta el fin de la tierra, allí donde el sol se funde en el mar por amor.
Viene la luz a perfilar el pórtico glorioso bajo el que suenan los secretos surtidores
y ,aún, a trazar el puente en arco de medio punto que se hace eco de la cantiga.
Viene el ciervo-luz a renacer en el ritmo que renovado brota de su propio rastro.

Viene del silencio el sonido que florece en la lira arborescente del corazón.
Lírica Rosa en la que el rocío precipita su oscura claridad. Rosa que hace brisa y huye a favor del viento.
Cierva corría sin saber de los barrancos, altas hierbas le crecían entre los pechos de impaciencia;
meteoros, retazos de cielo le engalanaban los muslos e igual el alma que verdecía;
agua desnuda en sus ojos, de lirios llena su mirada, cierva corría sin saber de los barrancos.

Tiene sed el ciervo y bebe mal de amor. Herida que no se cura. En la boca, una hierba dorada.
En el bosque de los ciervos, los druidas conjuran la melancolía con el hechizo de las flores.
Todo danza en misteriosa armonía.

El Maroot yace muerto y ceñido por la piel del ciervo.
Un aire sosegado. Una cuerda que sostiene el aliento. Una vibración eléctrica. Un brillo de metales.
La raíz que percute contra el tiempo.
Cómo llamar a eso que sustancia esta música, eso que con ella trae y que también de nosotros se lleva,
algo inaprensible, que no obstante nos palpa y ya nunca igual se toca?
Será la Ausencia que resplandece? Será el Mar? Alto mar do mar levado.

A fronda dos cervos (2011)

A fronda dos cervos (2011)